La palabra desierto evoca la visión de un enorme mar de arena sin agua y sin vida, donde las temperaturas alcanzan extremos que semejan un horno. Algunos animales reducen su metabolismo casi al borde de la muerte y la vida es sometida a límites extremos, pues el clima varía de bajo cero a 45 oC. Los desiertos mexicanos, en realidad son ricos en flora y fauna, aunque el agua escasee, abunda la vida y hábitats diversos: abundan las cactáceas y plantas espinosas que suman más de 1,000 especies de infinitas formas, tamaños y colores. Así, el desierto Sonorense se describe como un exuberante bosque de cactus, arbustos y coloridas flores anuales; mientras el Chihuahuense con inviernos sin hielo y lluvias en verano favorece a la más diversa flora y fauna, con cactus, agaves, yucas, arbustos espinosos y bosques ribereños.
Los desiertos parecen inhóspitos y de apariencia infértil, pero forman parte de la historia de la vida planetaria y poseen enorme diversidad biológica, dunas arenosas, antiguos petroglifos y grupos indígenas dispersos. En este ambiente los arbustos dominan extensos paisajes, la mayoría son cactáceas y suculentas cubiertas de espinas, que no son armas exclusivas del desierto, pero sí más comunes aquí, pues crean una estrategia eficaz para sobrevivir a la aridez, mientras luchan tenazmente por la humedad. En el desierto sonorense el horizonte se aprecia infinito en sus planicies donde habitan coyotes, liebres, venados, berrendos, correcaminos y cientos especies más. Sus paisajes son espectaculares como las dunas del Desierto de Altar, los cráteres del Pinacate, las salinas del Vizcaíno y la vida única de las islas del Mar de Cortés.
El extenso desierto de Chihuahua, ocupa estados del sur de los EUA (Arizona, Nuevo México y Texas) y extensas tierras del estado mexicano de Chihuahua, así como Nuevo León, Coahuila, Zacatecas, Durango, San Luis Potosí e Hidalgo. La mayor parte en altitudes notables e inviernos que suelen ser muy fríos, con lluvias en el verano tardío. Destaca como una de las tres regiones con mayor diversidad biológica en el planeta, pues alberga más de 350 especies de cactáceas de las 1,500 registradas en América. En los últimos 100 millones de años el planeta tuvo varios cambios climáticos, como indica este desierto que tiene regiones donde alguna vez existieron ambientes marinos, y quizá hace un millón de años se dieron los condiciones creadoras de este desierto, que constituye la zona árida más extensa de México.
En este horno natural todo cambia con las lluvias de verano e invierno, las plantas rebosan de vida y surgen inmensos jardines: se han adaptado a esta vida rigurosa, porque todas se disputan el agua, no el espacio y la luz. Aquí el eterno acompañante, es el sol; aunque, para muchos son tierras inútiles, en realidad son ecosistemas vulnerables, perturbados por pastoreo excesivo, agricultura, saqueo y construcciones. Su frágil equilibrio también lo amenazan minas a cielo abierto, caminos e industrias. Por ser únicos, vale la pena admirar estos paisajes adornados por intensos rojos y violetas de las puestas de sol; en la mayoría de sus áreas protegidas existen senderos, programas de ecoturismo y excelentes guías, para disfrutar de un ambiente sin igual, donde el viajero puede adentrarse por antiguos caminos de la imaginación.