Para admirar árboles enormes y caminar entre la más densa vegetación, el mejor lugar es el oriente de Chiapas, considerada la última frontera verde; la delimita el río Usumacinta, el más largo y caudaloso de México y además posee imponentes estructuras mayas. La puerta de entrada de esta región, es Palenque, uno de los sitios arqueológicos más bellos y mejor conservados del mundo maya; este es un lugar místico que fue gobernado por reyes poderosos que, durante los siglos IV al VII construyeron obras maestras como el Templo de las Inscripciones, el Palacio y su torre Observatorio, la cámara funeraria de Pakal, el Templo de la Cruz y del Sol; por lo que, hoy forma parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.
Es gratificante recorrer Montes Azules, la primera Reserva de la Biosfera del país, decretada en 1978 con 331,200 has para proteger la selva tropical más biodiversa del país. Aquí la llamada Selva Lacandona, es una enorme área siempre verde, donde sorprende encontrar a cientos de especies de animales y plantas, algunas aun sin ser descritas por la ciencia; es uno de los últimos reductos de selvas tropicales lluviosas más extensas del país, donde abundan los ríos, cascadas, lagos, y sitios arqueológicos en estos ambientes prístinos; es posible disfrutar del aroma y la sombra de más de 300 tipos de grandes árboles, entre los cuales se distribuye la mayor cantidad de mamíferos terrestres por hectárea de todo México.
Aquí, los escasos lacandones están aprovechando el medio y llevan a cabo programas integrados a la conservación ambiental en Lacanjá, Escudo Jaguar, Las Guacamayas, y otros. Con estos guías, es una aventura adentrarse en uno de los ecosistemas más representativos del trópico húmedo mexicano: la selva alta perennifolia, considerada la más rica entre la vegetación del mundo. A cada paso surgen árboles con más de 40 metros, como ramón, chicozapote, sombrerete, caoba y cedro rojo. Aunque raros, es posible encontrarse con felinos o animales raros o en peligro de extinción como jaguar, trigrillo, tapir o águila arpía, y cientos más que constituyen el 32% del total nacional; y sí es seguro ver a los monos araña y saraguato, tucanes y guacamayas.
Así, en la Selva Lacandona, es posible dormir junto a las aguas azules del río Lacanjá ubicado en el extremo oriente del estado, donde existe una decena de campamentos ecoturísticos atendidos por lacandones. Además, en algunos de ellos, se pueden comprar artesanías locales como tallas en madera, figuras de barro, collares y aretes de madera y semillas. En cada campamento las actividades son distintas y todos cuentan con guías expertos que conocen el área y utilizan senderos independientes para internarse por la selva, para observar animales, ríos, cascadas, sitios arqueológicos, lagos interiores, y hasta subir a plataformas de observación sobre inmensas ceibas.
Cada día estos montes azules, ríos y selvas, permiten escuchar el canto de aves extrañas, el rugido de los saraguatos o admirar le vuelo de aves coloridas; lo que nos recuerda que debemos de luchar por conservar esta maravilla natural: un lugar donde se puede sentir la fuerza primigenia de la naturaleza, cuando el visitante se adentra en las selvas siempre verdes, admira sus aguas turquesas, sus ancestrales zonas arqueológicas o convive con los últimos mayas. Además, en la Lacandonia, cada vez es más fácil realizar paseos ecoturísticos apoyados por guías especializados que conocen lugares donde abundan monos, cocodrilos, guacamayas, y hasta el mítico jaguar.